En el Estudio de FM Che Barracas, Mario Hernandez, esta realizando una serie de Entrevista a Distintos Luchadores y Luchadores Populares
Entrevista a “Pila” Garbarino, dirigente de la Juventud Universitaria Católica en los
‘60
Nosotros veníamos de familias y de una
educación “gorilas”
Por Mario Hernandez docente del Bachillerato Popular Darío Santillán y colaborador de la radio Che Barracas
Hoy hemos querido dedicar unos minutos aprovechando la
presencia de Stella Maris Garbarino, una compañera que fue protagonista en los
años ´60 de lo que fuera la radicalización de los jóvenes vinculados a la
Juventud Universitaria Católica (JUC) y la Acción Católica (AC), que luego,
muchos de ellos, fueron fundadores de la organización Montoneros y participaron
de otras organizaciones de la izquierda política argentina de los años ´60 y
´70. Hoy integra el equipo interinstitucional de acompañamiento, equipo formado por psicólogos del SIPROSA, Sistema provincial de salud, del Observatorio de la Mujer que es para trabajar con los y las testigos que han sufrido violencia de género y miembros del Colegio de Psicólogos, yo estoy como delegada del Colegio de Psicólogos de Tucumán.
No es que la Iglesia se acercó a los pobres,
sino que los pobres eran tantos que invadieron la Iglesia
M.H.: Bueno, muy bien, hecha la presentación, vamos
al tema que nos ocupa que es la situación que se produce en el ámbito de lo que
podríamos denominar la Juventud de Acción Católica, en nuestro país en los años
´60, una situación que podríamos calificar de radicalización y sería
interesante “Pila”, que nos ubiques en cómo se llega a ese proceso.
Personalmente tengo
una inquietud, porque yo conozco bastante poco de la iglesia Católica, no soy
creyente y nunca me he preocupado demasiado por el tema, pero quisiera que en
algún momento me contestaras si los Sacerdotes del Tercer Mundo de aquellos
años, que adscribían a la Teología de la Liberación, tienen algo que ver con
los curas villeros del presente. Digo esto porque acá en la villa 21-24, no sé
si está todavía, hubo un cura muy famoso que es el Padre Pepe. ¿como compararías a estos curas villeros de Hoy con
aquellos sacerdotes que se identificaban con la Teología de la Liberación, los
Sacerdotes del Tercer Mundo, a quienes conociste profundamente? Por eso me
gustaría que en algún momento retomemos esto de las similitudes y diferencias,
y cómo surge ese proceso de radicalización en el ámbito de la Iglesia Católica.
P.G.: Empecemos por lo último, no tengo demasiada
información sobre el trabajo de los curas villeros hoy, pero evidentemente deben
tener como antecedente aquello otro que vivimos nosotros. Quizás hay que ver el
contexto, el tipo de demandas que existen hoy, las modalidades y las
características de la organización y las condiciones en las que se encuentran
hoy en las villas, quizás también lo que se anuncia como “problema de la droga”,
qué puede tener que ver.
No tengo demasiada
información pero viendo la historia como proceso, debe tener que ver de alguna
manera la inserción de estos sacerdotes en el hoy con lo que pasaba en aquel
momento. Y ya acercándonos más a lo que fue mi experiencia, habría que plantearse
cómo se contextualiza todo lo que pasaba en esa época.
En ese momento lo que
se enuncia como “Teología de la Liberación” tiene su antecedente más cercano en
Brasil. Hay una reflexión que suele decir Frei Betto, “no es que la Iglesia brasilera
se acercó a los pobres, sino que en Brasil los pobres eran tantos que
invadieron la Iglesia”, él lo dice jocosamente pero es cierto. También hubo
aportes desde Europa como Kuhn, Leonardo Boff, algunos curas holandeses. Como
decía antes el origen más próximo en América Latina era lo que estaba
sucediendo en Brasil con las Comunidades Eclesiales de Base, pero también hay
que saber que había un antecedente de intentar promover sectores de la Iglesia
en algunas fábricas en Francia.
M.H.: Los curas obreros.
P.G.: Exactamente, la JUC, donde yo militaba, tomó
el esquema de inserción de los curas obreros, que según la información que
teníamos nosotros en ese momento, habían comenzado en algunas fábricas en
Francia.
El otro elemento
comparativo, como para entender lo que se manifestaba como distinto, era lo que
pasaba en la Iglesia italiana, que se organizaba por parroquias, por lo
territorial, mientras que en Francia se trataba de priorizar la inserción en
una determinada función y a partir de eso pensar en el Evangelio, en las Escrituras.
Eso se articula con lo que estaba pasando en Brasil, con lo que comienza a
pasar acá, donde también hay sectores vinculados a lo que era la naciente
Democracia Cristiana de aquellos momentos, pero que estaba más vinculada a
planteos que venían de Estados Unidos.
Se empieza a organizar
la Juventud Universitaria Católica, en la que el planteo de organización tenía
que ver con equipos o grupos en los que se centraba el trabajo en pensar los
problemas de la realidad, las dificultades que aparecían. Lo que utilizábamos
como forma de trabajo era el ver, el juzgar y el actuar. El ver era describir
el problema, que después aprendimos con otras lecturas, que recortar el
problema es quizás lo más difícil de todo. Juzgar, tratábamos de hacerlo a
partir de la lectura del Evangelio, eso tenía que ver con la acción, con lo que
podíamos hacer para transformar este mundo en un mundo en que se nos permitiera
el acercamiento a un proyecto de construcción de lo que luego denominamos
“Hombre Nuevo”, tomando ya quizás las palabras del Che, un hombre solidario,
comprometido incluso con el propio Evangelio, entendíamos como modelo a la
figura de Jesucristo.
Nosotros comenzamos a
tener algunas rispideces con la estructura de la Iglesia, porque también como
les pasó a los curas en Francia y en Brasil, empezamos a tener dificultades en
este hacer con el que nos comprometíamos y tratamos también, y es posible que
no pueda precisarlo ahora, de distinguir lo que era una doctrina, que era lo
que veíamos en los textos evangélicos, qué era dentro de eso lo estrictamente
religioso (religioso como algo que une) y lo que era una ideología. Nosotros no
tomábamos el Cristianismo como una ideología porque no imponíamos el Evangelio,
tratábamos de realizar una construcción que tuviera que ver con lo que este ser
humano que teníamos al lado pudiera ir alcanzando o logrando comprender.
Decíamos que pensar al Cristianismo como
una ideología era una suerte de integrismo, una suerte de dogma cerrado, en el
cual nosotros desde nuestra verdad la imponemos a los demás. Quizás hoy
diríamos que no éramos fundamentalistas, incluso llegábamos a hablar de la
política de unidad de los cristianos.
M.H.: Es la época también del diálogo con el
Marxismo, ¿no?
P.G.: Claro, Theilhard de Chardin, Pablo Freire con
sus esquemas de diálogo, vinculado a los curas brasileros. No es que nosotros
aparecimos de la nada, se fue gestando y formando a partir de todo esto que
nosotros sentíamos que nos permitía un acercamiento a una mejor construcción de
este hombre histórico, como participantes de este proceso, no era algo que nos
era ajeno.
M.H.: ¿Tiene algo que ver esto que estas contando
con el “hagan lío” del Papa Francisco?
P.G.: Yo no estoy muy cerca en este momento de la
estructura de la Iglesia, pero quizás algunos sectores de compañeros que
quedaron vinculados a la Iglesia como institución, sí vinculan mucho este
“hagan lío” del Papa Francisco con lo que nosotros estábamos haciendo en ese
momento.
M.H.: Pero ustedes armaron un lío bárbaro.
P.G.: Hicimos un lio bárbaro. Yo no me atrevería a
decir, porque tengo mis ambivalencias e incluso mis propias contradicciones, no
me da vergüenza decirlo públicamente, por lo menos para los compañeros de esta
radio, el rol que pueda tener una institución como la Iglesia que es tan
milenaria y que siempre ha terminado estando del lado de los poderosos.
Entonces en estos casos me da una sensación de esperanza, como pasó con Juan
XXIII, pero rápidamente la pierdo, yo tengo mis dudas. Lo que a mí me quedó
claro durante esa época es que uno es el pueblo de Dios, uno constituye la
Iglesia y yo no necesito de la institución, pero bueno yo tengo un pensamiento
libertario.
M.H.: Acordemos que de todas formas en el plano institucional
específicamente, esta corriente era minoritaria, yo recuerdo haberte
entrevistado en Tucumán y haciendo referencia a Monseñor Enrique Angelelli, ustedes
decían: “por fin uno de nosotros”.
P.G.: Claro, “¿cómo se les escapó?”. Eran muy
sutiles las formas de control a los que llegaban al Colegio cardenalicio.
M.H.: Nos estamos refiriendo a quien fuera Obispo de
La Rioja y fue asesinado por la dictadura militar. Hace poco fue el juicio
condenatorio de sus asesinos y de otros sacerdotes franceses que colaboraban
con él.
P.G.: Y que más allá de lo que él podía hacer o
pensar, Angelelli estaba organizando una cooperativa con tierras fiscales que
iba a ser un proyecto económico importante.
En Tucumán, muchos
sectores integrábamos lo que después se llamaron los movimientos revolucionarios,
Montoneros, FAR, el Peronismo de Base, también el ERP. Hubo muchos compañeros
que trabajaron e hicieron sus inicios de inserción, de militancia, de análisis,
de reflexión y discusión en estos equipos de la Iglesia y se incorporaron luego
a los sectores que tomaron las armas.
M.H.: Otro de los protagonistas de aquella época fue
el Padre Mugica, a quien tal vez sí podemos asociar más al tema de los curas
villeros, porque él trabajaba dentro de la villa. ¿Por qué te parece que se
tardó tanto en reivindicar al Padre Mugica? Recién este año que pasó hubo una
visibilización de su obra como reconocimiento, hasta ese momento, excepto para
los sectores más politizados, era una figura desconocida.
P.G.: Hay sectores de la Iglesia, no solo sectores
del Estado, a los que no les interesa poner como ejemplo a alguien como Mugica,
que además estaba vinculado a sectores sociales altos y, sin embargo, trabajaba
y vivía en la villa. Tenía una fuerte vinculación con la dirección de la
Juventud Universitaria Católica, incluso en algunos de los equipos actuó como
asesor, en las reuniones siempre tenía que haber un sacerdote y Carlos era el
que siempre estaba en los encuentros, tanto regionales como nacionales, donde
se discutían temáticas que no solo tenían que ver con la situación
universitaria, sino también con la situación del país, con lo que se estaba
viviendo. Y como vos dijiste al comienzo, hay que recordar que eran los años de
las interrupciones por golpes de Estado, de las democracias condicionadas, de
las proscripciones. Entonces al tratar de conocer y de entender el cómo y el
por qué de la proscripción del peronismo, hay que tener esto en cuenta.
Nosotros nos empezamos a meter más en la lectura y en el análisis, en general
veníamos de familias y de una educación como se dice comúnmente “gorila”. Yo a
veces digo en broma que comíamos mucha banana, teníamos muchos pelos , éramos gorilas fuertes.
M.H.: ¿Esa comprensión se da solo por una cuestión meramente
intelectual?
P.G.: En mi caso, empiezo a entender el legado y las
transformaciones del primer peronismo, porque podemos entrar en una larga
discusión de lo que fue el Perón posterior. En el comienzo, la organización de
la clase trabajadora, el aguinaldo, el Estatuto del Peón, el voto de la mujer,
todo eso nos fue abriendo la posibilidad de entender que había sido una
transformación, para la época, muy positiva. Como el conflicto con la Iglesia y
el peronismo estuvo casi desde el vamos, mas allá de las actitudes de Perón, a
nosotros nos permitía ir teniendo una postura crítica frente a la Iglesia como
institución.
M.H.: La Iglesia fue un factor clave en la caída del
Peronismo en 1955.
P.G.: Y el bombardeo de ese año se hizo con los
aviones pintados con la cruz y la “V”.
M.H.: Te referís al bombardeo de la Plaza de Mayo el
16 de junio de 1955, que fue el bautismo de fuego de nuestra Aviación Naval,
que ya los pintaba de cuerpo entero. “Pila”, hemos mencionado al Padre Mugica,
a Angelelli, ¿qué otros sacerdotes podés mencionar?
P.G.: En Tucumán fue muy importante Juan Ferrante,
originalmente era dominico, lo conocí con su sotana blanca y negra. Después
Pascale, Sirotti, Tello.
M.H.: Yo lo conocí a Juan en el Frente del Pueblo en
1985 donde él participó con uno de los Villaflor que fue candidato a diputado.
P.G.: Sí, haciendo ese tipo de experiencias,
impulsando, y lo sigue haciendo, ya es abuelo pero sigue con la lucha. Más allá
de que uno pueda o no acordar, para mí su presencia en ese momento fue muy
importante. También en Tucumán estaban los hermanos Dip que tuvieron mucho que
ver, organizaban a la Asociación de presos, también estaba “Pepe” García.
Excepto en el caso de Juan, los demás no estaban vinculados a los sectores
universitarios, sino a la FOTIA, a los gremios azucareros, a los cañeros, se
insertaron mucho por ahí y hacían su aporte, su discusión, su solidaridad con
los familiares, y muchos tuvieron que exiliarse y otros tuvieron exilio
interno.
M.H.: Esta historia que hace a la Juventud
Universitaria Católica, de la cual fuiste dirigente en Tucumán y también en el
plano nacional, aporta una cantidad importante de cuadros a distintas
organizaciones políticas, mencionamos ya a Montoneros, hablaste de las FAR,
compañeros del PRT, del ERP. Yo conocí militando en el Partido Socialista de
los Trabajadores (PST) a Marita González y a Jorge Mera que también eran ex miembros
de la Juventud Católica, pero ellos fueron hacia el trotskismo, venían del PRT,
del sector de La Verdad, vinculado a Nahuel Moreno. ¿En qué momento se produce
este quiebre entre la militancia al interior de la Juventud Católica y la
pertenencia a estas organizaciones que hemos mencionado, protagonistas de las
luchas de fines de los ´60 y principios de los ´70?
P.G.: En mi caso, fue un proceso no tan inmediato. Vine
a trabajar a Buenos Aires, a militar por la Juventud Universitaria Católica, ya
habiendo egresado de la facultad como psicóloga. Cuando al año regreso a
Tucumán sigo trabajando como psicóloga, sigo teniendo prácticas de Iglesia,
asistiendo a actos de misas y comuniones, todas las actividades sacramentales y
comienzo a tener más vinculaciones con Juan Ferrante, con los curas Dip, que organizaban
peñas para conseguir fondos, para hacer reuniones encubiertas, pero yo seguía
sintiendo que pertenecía a la Iglesia. Después fui perdiendo eso, quizás por
críticas y dificultades que tenían que ver más con temas personales, porque me
iba dando cuenta de que el proceso y las situaciones que vivíamos eran cada vez
más fuertes, nos exigían más, y la Iglesia no nos acompañaba, excepto
determinados sectores.
M.H.: La Iglesia estuvo muy comprometida con el
Onganiato.
P.G.: Claro, entonces todo eso hizo que empezara a
no frecuentar determinados círculos. Me pedían asesoramiento profesional en
instituciones que eran religiosas, empecé a evadir esos pedidos, sin romper,
dando nombres de otras compañeras y “sin querer queriendo” como diría el Chavo,
me fui alejando y concretando esto que mencionabas que fue un rompimiento.
Después, cuando tuve que salir del país, no puedo negar que hubo grupos laicos
amigos, compañeros, que me ayudaron y me dieron contención durante mi preparación para poder salir al
exilio, por eso viví para contarlo. No seguí perteneciendo, ni pertenezco a
ninguna estructura de la Iglesia en este momento.
M.H.: ¿Cómo se da la vinculación con la organización
política, en tu caso con Montoneros?
P.G.: No por hacer un aviso propagandístico, pero en
la entrevista que me hacés para el libro el “El Peronismo que no fue…” relato
que un compañero que era de la conducción de la Juventud Universitaria, envía
un emisario a Tucumán y es quién me incorpora a la organización Montoneros. Ahí
me incorporo, empiezo a tener una serie de reuniones y discusiones con este
compañero que está desaparecido y así me incorporo.
M.H.: Evidentemente toda esta estructura de la
Juventud Universitaria, de la Juventud Católica, de la Juventud de Acción
Católica, las distintas instancias que agrupaban a distintos sectores de la
juventud de la iglesia han actuado como una suerte de red. ¿Pero cómo se armó
Montoneros? ¿Se armó solamente porque un día se les ocurrió secuestrar a
Aramburu y se hicieron famosos y todo el mundo quería ser montonero? No,
evidentemente no. Ya había una estructura previa con estas características,
porque la Juventud Universitaria Católica, que no sé si hoy existe, en aquellos
años era una organización de masas.
P.G.: Claro, hacíamos actos que eran bastante
concurridos, lo que llamábamos “peregrinaciones”, salíamos de la Catedral de
Tucumán, íbamos hasta el Cristo de San Javier, por dos cortes íbamos caminando.
Al llegar arriba había una misa, primeras comuniones, casamientos y tomábamos
un tema de discusión para la peregrinación. Por ejemplo, uno de los temas fue
el hambre en el mundo, tomábamos documentos de la FAO y la geopolítica del
hambre. Lo que íbamos discutiendo eran políticas que tenían que ver con la
lucha contra el hambre. Cuando hacíamos las reuniones nacionales o regionales,
me daba cuenta que compañeros de otras provincias también estaban buscando
algo, pero no lo hablábamos porque las formas de seguridad eran muy estrictas.
Transmitir lo que vivíamos en esos años es muy difícil porque todo el conjunto
estaba convulsionado, no éramos solo nosotros, también la Iglesia estaba en
ebullición.
M.H.: Son los años de Concilio Vaticano II, de
Medellín. Los años que se empieza a dar la misa en castellano.
P.G.: Yo me acuerdo del cura mirando a la gente.
M.H.: Se incorpora la música a las misas.
P.G.: Claro, que en eso hay otros sectores
evangélicos cristianos que la incorporaron antes, grupos que lo hacen como una
celebración.
M.H.: Hay una especie de quiebre.
P.G.: Que no es sencillo, porque sabemos que hay
sectores de la Iglesia que nunca acordaron con eso.
M.H.: Yo me acuerdo de ser un joven adolescente y mi
mamá me mandaba a misa todos los domingos a la Iglesia de San Cristóbal, en la
calle Jujuy, que es adonde venía el padre Lefebvre, el fundamentalista francés,
que creo que después lo echaron de la Iglesia. Era uno de los pocos lugares
dónde podía dar misa.
“Pila” creo que hemos
cumplido con la idea de los jóvenes que hacen la programación de Che Barracas. Días
atrás estábamos en la puerta hablando y surgió la idea de hacer un programa
sobre la Iglesia porque tiene una presencia muy fuerte en la villa. Como
coincidía que estabas en Buenos Aires, me pareció que eras la indicada para
contar cómo arranca esta historia.
P.G.: Nosotros solíamos decir que los Franciscanos,
el padre de las Casas, fue el primer cura tercermundista en esta tierra, porque
no mataan a los indios, los ayudaba, les enseñaba a trabajar.
M.H.: Nosotros este año en el Bachillerato, en 2do. año, estuvimos
estudiando justamente a Fray Bartolomé de las Casas, vinculado a la
problemática de la colonización de América, pero fue una excepción.
P.G.: Claro, como suele ocurrir, no todos somos ni
tan buenos ni tan malos.
M.H.: “Pila” te agradezco mucho y les agradezco
mucho a los compañeros de la 99.7, FM Che Barracas, que nos han cedido el
espacio para hacer este programa especial con Stella Maris, más conocida como “Pila”
Garbarino, quien fuera una de las más importantes dirigentes de la Juventud
Universitaria Católica en los años ´60, que tiene una connotación muy especial
porque de allí surgen cuadros que luego integran las organizaciones políticas y
revolucionarias que actúan en la Argentina de fines de los ´60 y principios de
los ´70. Entrevista a “Pila” Garbarino, dirigente de la Juventud Universitaria Católica en los
‘60
Nosotros veníamos de familias y de una
educación “gorilas”
Mario Hernandez
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